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Lo mejor de mí, nunca fue mío

Lo que nunca te dije Pensé que al escribir la primera estrofa de este texto no iba a llorar, no después de tanto tiempo, pensé que sería más fácil, pero es que ha sido empezar escribir y ya he visto como las lágrimas caían por mi cara.  Hoy solamente vengo a decirte lo último que capaz leas de mí. Lo que nunca me atreví a decirte y lo que jamás pudiste entender en todo este tiempo.  Al principio se me hacía imposible pensar que algún día estaría sin ti, para que te voy a engañar. Pero, supongo que el tiempo puso cada cosa en su lugar. Creo que nunca pudiste entender las miles de veces que me fallé a mí para no fallarte a ti, las veces que preferí joderme a mí mismo antes que a ti te pasara algo, y es que yo te cuidaba, y lo sigo haciendo,  aunque tú no lo sepas y no te dieras cuenta, siempre lo hacía. Nunca te dije las noches que pasé llorando porque sentía que ya te habías cansado de mí, la cantidad de noches que soñaba contigo y que aun sigo soñando. La cantidad de noches

Tal vez

Te despiertas y bueno, eso, te despiertas. Abres los ojos y de cualquier modo tienes el presentimiento de que por fin hoy va a ser un gran día. Pero no. Te giras y ves que al lado derecho de tu cama falta algo, no hay nadie, no está. Como cada mañana recuerdas y te preguntas el porqué no está. Te das cuenta de que no vale la pena preguntar algo que nunca vas a saber. Te das cuenta de que no puedes hacer nada. Te sientes destrozado. Así que decides ocupar su lado de la cama aunque sea cinco minutos. Para estar menos triste. Para guardar ese pedazo de la cama solo para esa persona. Por si algún día vuelve. No sé. Quizá no. Quizá no vuelva nunca.  O quizá solo sea cuestión de esperar. Pero esperar duele. Y más si sabes lo que esperas. Tal vez conozcas otra persona. Otra persona loca. Que sea capaz de entender tu locura y sea loca a tu lado. Tal vez tengas una cita pronto. Costará. Después de tanto tiempo, costará conocer a alguien. Tal vez tú y tu mente estén listos para hacerlo, per

Esta vez va por ti

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Claro que te elegiría mil veces a ti, que si me dieran a elegir una persona con la cual quedarme para siempre serías tú. Y solo tú. Porque sí.  Porque eres la mujer de mi vida. Porque estando a tu lado no hay dolor, me siento protegido, soy feliz. Porque te vi sonreír mientras llorabas y entendí que jamás iba a encontrar una mujer más fuerte y valiente que tú. Creo que nunca me van a alcanzar las palabras para agradecerte absolutamente por todo, incluso ni este texto que es para ti, lo va hacer. A día de hoy, me sigue costando mucho levantarme cada mañana y no verte en la cocina preparando el desayuno, o el ruido tuyo con el aspirador que siempre me despertaba de mal humor. Me sigue costando no tener a nadie a quien darle un beso y decirle “Buenas noches” antes de ir a dormir, ni tener a nadie con quien hacer política sobre la vida como la que hacíamos nosotros. Echo en falta llegar tarde a casa después del colegio y que me preguntes “¿Dónde estabas?”, y yo responderte “Por ahí con

Los besos

  Y  yo que te voy a decir, para mí los besos son como pequeños viajes a lugares inexistentes, lugares a los que no se puede llegar. Y es que tus besos hacían eso, me llevaban a otras partes, a dimensiones abiertas donde solo reinaba el placer mientras que tu mano arañaba mi cuello, donde un beso podía desnudar al dolor por completo y donde se podían generar millones de tragedias en mi mente. En algunas ocasiones, los besos te pueden hacer ver recuerdos que ya habías olvidado, incluso puedes ver a esa persona. Esa persona que vivía contigo en ese lugar inexistente. A día de hoy los besos no son valorados, ya casi nadie entiende lo que es un beso. La gente lo ve como una moneda de cambio, algo que se da sin pensar a quien y sin necesitar una razón. Y me da pena. Me da muchísima pena, porque un beso es demasiado bonito para entregárselo a cualquier persona, un beso que no transmite magia no es un beso, el día en el que venga la persona adecuada a dártelo, ahí sí que vas a sentir la

La última vez

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Aún me acuerdo como si hubiese sido ayer. Le dije: -¿Me puedes hacer un favor? Ella respondió: ¿Qué? -¿Podrías apagar la luz? –Le pregunté. -Listo. -Dijo. -¿Ahora podrías acostarte en la cama? –Le pregunté de nuevo. Se acostó, pero no comprendía muy bien lo que pretendía hacer. Y por último le pregunté:  -¿Te puedo abrazar? -Sí. –Respondió. En ese preciso instante fue cuando rompí a llorar mientras mi cabeza estaba apoyada en su espalda. Y recordé. Recordé el primer beso. El primer abrazo. La primera sonrisa. La primera noche juntos. La primera vez que hicimos el amor. Cada lágrima era como un recuerdo perdido. Ella seguía sin entender lo que estaba pasando hasta que me escuchó llorar y entonces fue cuando comprendió todo. Comprendió que lo único que quería, era abrazarla por última vez. Marcel.